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Mostrando las entradas de abril, 2018

Una nueva hoja

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Ya está demostrado por la ciencia que los humanos somos fuente de energía. Por ejemplo, a través de nuestro cerebro, cada vez que pensamos, emitimos una frecuencia electromagnética que se puede medir. De igual manera cuando nos emocionamos, nuestro corazón emite las mismas ondas; sin embargo, estas son mil veces más potentes. Es un hecho científico, transmitir emociones es una actividad más poderosa y por tanto, más efectiva. Al escribir mis hojas, claro que me gusta pensar. Pero sobre todo, me gusta sentir. Es por eso, que solo escribo cuando una intensa y real emoción me atraviesa el corazón. Luego se convierte en imágenes y palabras, se activan mis dedos y se conducen vibrantes a pulsar el teclado. Así, un nuevo mensaje se consuma, una pequeña rebelión se comete, una fracción de la existencia se convierte en texto, una cuenta deja de ser pendiente y una emoción cobra vida para siempre.

Sólo para católicos: 1. La primera cuestión moral a la que debería ocuparse nuestra Iglesia es el tema de la justicia social, pues, esta cuando hace falta sí que es una tremenda inmoralidad. Esto sí es lo que en el Antiguo Testamento provocaba la ira de Dios (aunque yo no promociono la ira y menos creo que Dios la tenga). 2. Jesús vino a este mundo a anunciar una buena noticia a los pobres, vino a instaurar un nuevo orden de justicia y fraternidad; vino a comprometerse hasta dar su vida a que esto se haga realidad: en la última cena les dijo a sus discípulos que hay que PARTIR, REPARTIR Y COMPARTIR el pan que es de todos. Esta es la moral que hay que predicar desde la Iglesia. 3. Todos estamos invitados al banquete de la vida. Todos. Cuando nosotros nos presentemos ante Dios, no nos va a preguntar con quién nos hemos acostado y con quién no nos hemos acostado. Mucho menos cómo nos hemos acostado. Nos preguntará si hemos amado y si hemos sido justos, eso nada más. Que estén bien.

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Es muy bonito y reconfortante, para quienes somos creyentes, escuchar que te digan que están rezando por ti cuando algo difícil o malo te está pasando o te va a pasar. Se agradece, claro está. Uno se siente como si estuviera al frente de una batalla con un regimiento confiable que cuida nuestra retaguardia. Es más, uno se siente con ciertas ventajas sobre los demás. Pero, ¿qué sucede con aquellos que rezan a solas por sí mismos y por los que nadie reza? ¿Acaso Dios los abandona, acaso Dios los pone al final de sus propósitos? No, yo no creo en ese tipo de oración, como si esta fuera una subasta. Es más, yo no creería en un Dios que funcionara así, con el “quién da más”. Eso sería superstición. Creo y confío en la oración comunitaria para hermanarnos con un mismo Padre, para padecer juntos, para acompañarnos en las vicisitudes de la vida, para interesarnos el uno por el otro. No para sentirnos mejores, más santos ni más privilegiados sobre el resto de los demás creyentes. La experiencia que tengo de Dios es de alguien que no funciona como nuestras mentes comerciales y calculadoras funcionan. Es un Dios que aunque no le rece o aunque nadie le rece por mí, me acompaña en mis batallas, en todas. Es un Dios de amor incondicional.

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