Ya está demostrado por la ciencia que los humanos somos fuente de energía. Por ejemplo, a través de nuestro cerebro, cada vez que pensamos, emitimos una frecuencia electromagnética que se puede medir. De igual manera cuando nos emocionamos, nuestro corazón emite las mismas ondas; sin embargo, estas son mil veces más potentes. Es un hecho científico, transmitir emociones es una actividad más poderosa y por tanto, más efectiva. Al escribir mis hojas, claro que me gusta pensar. Pero sobre todo, me gusta sentir. Es por eso, que solo escribo cuando una intensa y real emoción me atraviesa el corazón. Luego se convierte en imágenes y palabras, se activan mis dedos y se conducen vibrantes a pulsar el teclado. Así, un nuevo mensaje se consuma, una pequeña rebelión se comete, una fracción de la existencia se convierte en texto, una cuenta deja de ser pendiente y una emoción cobra vida para siempre.

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