Léeme si quieres escribir



A partir de que muchas personas que me siguen ahora me escriben y consultan sobre cómo convertir su sueño de escribir sus propios apuntes personales en realidad, me atrevo a enumerar algunos tips -manías mías en verdad- que me dan resultado. Son mis extravagancias, mis tácticas de matar mis propias pulgas de escritor novato y apasionado:

  • Lo primero que hago es identificar cómo me siento. Escudriño mis emociones que quieren salir a manera de palabras.
  • Seguidamente, pongo una música de fondo que coincida con la fluidez o espesura de mi sangre. La música pone la cortina, el clima.
  • Si es de noche, apago todas las luces y me quedo con la luz del monitor. El universo, blanco y radiante queda a solas enfrente de mí. Ahí está la invitación, la seducción, la magia de esa Nada que quiere cobrar una existencia.
  • Escribo pensando en alguien en particular. Le cuento aquello que quiere saber de mí o de sucesos del mundo turbio y travieso de mi imaginación. Armo esa figurita de colores que aquella persona podrá disfrutar visualmente, cocino ese postre que degustará y le endulzará su existencia.
  • Mientras pienso, conjeturo, imagino y creo, volteo a la ventana y me detengo en las luces de decenas de edificios contiguos. Cada luz encendida es un universo que podrá leerme en un futuro, donde asaltaré con mis emociones, donde llegaré con mi vida, donde me quedaré a morar incorpóreo y hechizado. 
  • Escribo sin corregirme. Solamente escribo. No se puede crear y corregir a la vez. Primero hay que parir.Ya me encargaré más tarde de asear y acicalar al recién nacido.
  • No hay tiempo. Puedo tardarme un par de horas o dos días para terminar un capítulo o un relato. La brevedad de un escrito no es necesariamente la brevedad del tiempo que me tomó escribirlo. Escribir es una actividad atemporal, una dimensión sin duración, una vida entera secuestrada en unas cuantas palabras.
  • Escribir es para mí una labor estática y dinámica a la vez. Me detiene y me lanza a viajar. Entro y salgo de mí mismo. Hurgo en mi propia placidez, la lanzo a las calles y de cuando en cuando salgo a recuperarla de aquellos que en un abrir y cerrar de mis ojos y libros, me la sustrajeron. Escribo para seguir escribiendo.  


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