Cómo ser carismático en tres segundos.


Cuando uno llega, él está sentado en su modernísimo y pulcro escritorio. Se pone de pie. Abre las puertas. Escolta al invitado hasta el ascensor. Suele preguntar: -a quién busca usted-  Siempre acompaña sus movimientos, palabras y labores con una sonrisa.

Es el portero del edificio donde vive una amiga. Ya lo he mencionado a varios de mis amigos que vamos a menudo de visita: Éste muchacho tiene un no sé qué. ¿Será un magnetismo aprendido o será natural?

Podría asegurar que no ha sido entrenado para tener ese trato con los propietarios y visitas. Es lo que se llama, un don natural. Un evidente carisma.

Tener carisma (charis) para los griegos era tener un favor o un regalo. Más adelante, éste concepto fue incorporado por los cristianos como un don gratuito que concede Dios a un individuo para el beneficio de la comunidad.



Lo cierto es que hoy por hoy, es un concepto difuso. Escuchamos la palabra en el uso cotidiano, en las ciencias políticas, en los medios de comunicación y en el multifacético universo de nuestras relaciones sociales.

Sin duda, es un conjunto indefinido de muchos rasgos en la personalidad del individuo que se exterioriza en su comportamiento,

En mi vivencia personal, ha sido un criterio fundamental a la hora de congeniar o no con las personas. Es una medida subjetiva que utilizo cuando en poco tiempo tomo contacto con alguien por primera vez. Detecto si para mí, lo tiene o no; y seguidamente, reacciono de acuerdo a esa detección. El carisma de mi interlocutor, condiciona mi respuesta. A cómo distingo, contesto.

He desarrollado una teoría, una fórmula, una propuesta práctica para rescatar desde lo profundo de nuestra naturaleza aquella cualidad de gracia y atractivo personal que eventualmente todos tenemos escondidos. ¿Cómo ser carismático en una sola lección? ¿Qué es lo que me puede convertir consiguientemente en una persona carismática?

Mi conclusión es sonreír. Sonreír -no reír- en todo y siempre: cuando hablamos, cuando regañamos, cuando nos quejamos, cuando sabemos y no sabemos, cuando pedimos, cuando negamos, cuando elogiamos, cuando preguntamos, cuando criticamos, cuando saludamos, cuando venimos y nos vamos, cuando exigimos, cuando discutimos, cuando atendemos, cuando desafiamos, cuando nos defendemos, cuando atacamos.

La sonrisa es la válvula de ese aire fresco que llamamos Carisma. Ella hace magia en nuestras relaciones. Aligera la atmósfera. Suaviza y acaricia. Y es que todos, sin ninguna excepción, tenemos un corazón ansioso -a veces lesionado- que aguarda una gota de rocío del otro que viene en forma de sonrisa.

Sonríe. Inténtalo aunque alguien te engañó diciendo que no tienes encanto. Sonríe, complace con tu sonrisa a los demás y recogerás sus frutos. 

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