La religión, ese opio del pueblo
No voy a refutar a Marx. Quizás sea cierto que la religión
sea el opio del pueblo. Lo que sí sé, y está comprobado científicamente, es que
el opio y sus derivados también tienen un uso medicinal por sus propiedades
curativas en los seres humanos. Es entonces que lo óptimo y aconsejable estaría
en su dosis y su uso responsable. La religión como el opio puede sustraerte de
la realidad, adormecerte y relajarte de manera adictiva y hasta mortífera. Pero
ambos, administrados con sabiduría y pericia permitirían encontrar una tregua en
el dolor físico y un bálsamo en las vicisitudes de la existencia.
Lo que sí está claro es que Marx reconoció que los hombres
tenemos, además de las necesidades materiales, necesidades espirituales cuando
señaló a continuación de su frase célebre que “la religión es un espíritu en un
mundo sin espíritu”. El hombre es más hombre cuando acepta y carga sus dolores
y él mismo no deja de ser hombre cuando busca un espacio que le reconforte para
seguir viviendo.
Bienvenido sea Dios. Bienvenido sea el opio.
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