¿Acaso es obligatorio estar feliz en Navidad? Es una buena pregunta. Durante la vida parece que nos exigieran que seamos exitosos y felices. Y durante este tiempo de Navidad parece que se hace más aguda la presión que tenemos que ser personas dichosas. Pareciera que el que anda triste, el que anda de duelo, el que está aquejado por la razón que sea, el que anda desanimado fuera un amargado y desadaptado. Un anticristiano. Y rotundamente digo No. No “hay que” estar alegre. Que esté gozoso el que lo esté. Que cante el que quiera cantar. Que salte el que su cuerpo y su ánimo lo permita. Nada es peor que a uno le impongan una emoción que a uno no le nace. Eso redobla nuestros sufrimientos. Muchos dolores humanos y torceduras de corazón no se resuelven con decoraciones, ni villancicos, ni buenos deseos, ni regalos costosos ni mensajes de ángeles. Lo sé bien. En muchas ocasiones sufrimos legítimamente de lo que llaman adenomia, que es una apatía para hacer las cosas. Nadie debe forzarnos a sonreir porque nos saldrá una mueca horrorosa en la cara. Nadie debe violentarnos. Pero lo que sí planteo es entrar por sí mismo a la Navidad con la delicadeza de la escena del pesebre. No tener que cambiar de ánimo, pero sí recordar que existe Esperanza. Dios no es un Dios de ilusión, sino, primordialmente de Esperanza. Es una compañía real a nuestros propios pesebres, a nuestras propias pobrezas y carencias. Acercarse al acontecimiento en silencio profundo. Saberse amado, comprendido, acogido ya no desde el Cielo lejano; sino, desde el Dios encarnado que se ofrece a cada uno de nosotros. Si quieres llorar, llora. Si quieres ausentarte de las lucecitas y de los abracitos corteses, hazlo. Si prefieres la melancolía, quédate con ella. Pero aloja en un rincón de tu memoria y de tu corazón el mensaje de la Esperanza. Que esto que vives y sufres, pasará. Y lo mejor de todo y que sí puede ser motivo de una alegría misteriosa es que cuando los hombres fracasamos, Dios no. Que cuando los hombres nos fallan, Dios no. Cuando los demás no están, Dios Sí. Habrá que tenerlo en cuenta, ¿No?

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