Si no te incumbe, ni lo mires.



Esperaba en la puerta del chifa que está cerca de mi casa a que me entregaran mi pedido para llevar, y como es usual en esta zona, cruzó por la calle un muchacho aparentemente extranjero de unos treinta años vistiendo una bermuda muy bonita y una camiseta blanquísima. Lo que me asombró es que iba descalzo.

Siempre que veo ese tipo de escenas no tan cotidianas pienso en la más rudimentaria felicidad humana. Va por el lado de darte el derecho a ser y hacer lo que quieres y lucir como te dé la gana. Caminar descalzo por las calles limeñas no es un hábito muy usual para nosotros. Pero me gustó. ¿Que es antihigiénico? Lo debe ser. ¿Qué es peligroso? También. ¿Que es una locura? No tiene porqué serlo. Es algo que aquel muchacho quiso, disfruta y finalmente, pertenece a su decisión personal y nadie tiene porqué asombrarse.

Aspiro, de verdad, a una sociedad donde nadie voltee ni agrande los ojos o califique como anómalo (ni siquiera en silencio) a ese tipo de elecciones personales en donde no se hace ningún daño a terceros. La Libertad y su ejercicio personal no deben sorprendernos, por el contrario, debería ser una escena natural y hasta desapercibida en que la gente vive como le da la reverenda gana.  

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