Péinate antes de salir

Escribir a diario se trata de un acto muy parecido al de salir a la calle. Por el motivo que sea, siempre hay que hacerlo con la ilusión flotando en la mente de que es probable encontrarse con alguien especial que puede cambiarte casualmente la vida. Por tanto hay que estar preparado para ello. Engalanar la fachada y el alma. Resaltar tu presencia. Arrancarte la soledad. Nunca se ha de salir sin peinarse o con los zapatos sin lustrar. Hay que ensayar la mejor sonrisa sobre el filo de la puerta. Algo debe brillar en la mirada cada vez que uno se asoma al mundo exterior.




Lo mejor que me ha pasado en la vida es traspasar cada día mis propias paredes, gruesas y selladas por años, lanzarme a la calle más transitada del universo y toparme de manera puntual con hombres de manos extendidas y corazones exquisitos, pobres y ricos, ansiosos y despejados, abiertos y obstruidos. Todos fueron peatones en la misma acera que cruzaron sus miradas con la mía. Llegaron con sus vidas a quedarse en mi vida.


Y después de toda esta rutina diaria, caminar por el mismo barrio. Habitar la misma casa. Y cuando nos quedamos a solas, cuando nos despertamos por la mañana, que no haga falta repasarse nada ni mirarse ante el espejo de la autocensura. Que baste sabernos que no hemos partido nunca, que seguimos siendo los mismos, despeinados y arrugados, que hemos llegado siempre y regresaremos con la eternidad.  

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