No quiero ser un buen escritor
Ayer me dijeron lo mejor
que en mi modesta opinión pueden decirle a un escritor. No, no me dijeron que
escribo muy bonito o que les gustó tal o cual capítulo ni que esperan con
entusiasmo mi próximo libro. Fue algo más sencillo: -leí tu libro de las hojas
moradas hace tres meses y por fin creo haber comprendido quién es Dios en mi
vida-
Y me dije: -buena señal,
voy por buen camino- Y les explico porqué. Mi más grande propósito es después
de que un libro o cualquier publicación mía haya sido leída, evaporarme. A
pesar de ser yo, en gran medida el gran protagonista, quien debe continuar el acontecer
y el rumbo de la vida, es el lector.
No soy más que un resorte
transitorio y casual que relata y explica algo para que quien me lea después, reaccione
y se cuente algo a sí mismo. Todo se traslada a su propia vida y yo
desaparezco. Soy solamente una inyección invisible e inflamable. No doy
consejos. No pretendo ser imitado, no quiero discípulos.
Mis narraciones de todos los temas tan variados, mis experiencias
y mis soluciones concluyen su tarea en los ojos de mis lectores. Yo me quedo
feliz de que mi vida se multiplique en muchas más vidas.