Pensar y vivir
Disfruté todos mis cursos
que tenían que ver con la filosofía. En varias ocasiones, he dicho en tono de
broma que me hubiera gustado que me paguen por estudiar y seguidamente, por
pensar. Pero pensar en exceso intoxica el espíritu. Llenarse de teorías y
revolverlas genera un cansancio extremo y lo que es peor, aleja de la realidad.
Había un filósofo, Tales
de Mileto, quien por tanto mirar las estrellas y pensar en abstracto, un día se
cayó en un pozo. Y ese es el peligro de tener un amor desmedido por el
pensamiento, que se pierde el contacto con el día a día, con la experiencia del
vivir.
¿Cómo armonizar el pensar
o imaginar con el vivir? ¿Cómo conciliar la teoría con la práctica? Kierkegaard,
un filósofo danés, padre del Existencialismo me dio la respuesta con la
comparación del bailarín en movimiento, ese que mantiene su balance con un pie
en el suelo y otro volando por los aires. Como el bailarín, está bien hacer
figuras estéticas, correr de puntitas, dar volteretas, querer besar altamente el
cielo pero sin descuidar el otro pie que como un cable a tierra, le mantiene seguro
de no caer, de no perder el equilibrio.
Quiero pensar, buscar
razones, expugnar causas, estudiar e imaginar pero sin perder contacto con el toque
tibio de otros cuerpos, con otras realidades y amores, con las calles llenas de ruido y
gente, con locos y obreros, con monjas y putas, con niños y soldados. Quiero ir
y venir de la filosofía a la existencia llana, quiero pensar para volver a la
vida misma.