Para la eternidad
Hay muchas palabras por acertar
frente a muchas emociones por salir. Ese enlace entre palabras y emociones es
el procedimiento más violento que tenemos que afrontar los escritores. Se
produce una batalla campal entre la resaca interior y la brújula de luz. No
siempre coinciden como quisiéramos. El lenguaje se retira medroso e inútil, la
mente intenta encontrar pasadizos de evasión, la vida se nubla y la hoja permanece
tristemente en blanco.
¿Qué queda? El empeño de
que al terminar la impaciencia y el silencio, quede algo escrito para siempre. Es
el nacimiento de la eternidad.