Respuesta a una modelo con acedia.
No puedo revelar su
nombre, pero una conocidísima modelo peruana me escribió un mensaje privado. Ella
acababa de leer uno de mis libros (no sé cuál de los colores) y me preguntó -un tanto
preocupada- sobre el momento que vive. Lo describió como una etapa de aridez
emocional. Ella es dinámica, sociable y emprendedora en su trabajo; pero siente
que todo lo hace porque tiene que hacerlo, ha perdido la pasión y el norte. Cumple
con todas sus responsabilidades, pero no es feliz. ¿Qué puede hacer?
Uff. Justo a mí. Justo en
este momento en que no paso por un buen momento, alguien me pregunta cómo
resolver esos trances de tener que caminar aunque no se quiera y atravesar
incansablemente el desierto de la existencia.
Al contestarle, me
contesté a mí mismo. Le hablé de la Acedia. Palabra útil para comprender qué es
lo que nos pasa a menudo. Es un estado del alma. Es una pereza espiritual. Es a
la vez, una carga pesada e invisible que imposibilita caminar y un vacío que aflige
y descalabra.
Según me informé por ahí,
no debemos reducirla a un súbito estado de ánimo. No. Tampoco es un cuadro
depresivo. Es un desperfecto de la voluntad, es un no querer hacer nada que
signifique demasiada exigencia de espíritu. Es un no querer trascender. Es un
tirar la toalla de todo lo que signifique conquistarnos por dentro y a nosotros
mismos. Es un abandono de nuestra vida interior que se traduce en una vida frecuentemente
llena de actividades pero apagada en su esencia.
La acedia es un mal de
nuestros tiempos. Es una acidez en lo hondo del alma. En este mundo
automatizado e hipnotizado, hemos renunciado a ser lo que sentimos ser.
Puedes ser bello como un
modelo de revista. Puedes ser un “start up”. Puedes ser reconocido por todos
como exitoso, pero padeces advirtiendo que los demás ganan contigo y tú vas
perdiendo en el fondo la batalla a favor tuyo.
¿Qué hacer? La clave está
en reforzar nuestra voluntad. Decidirnos a escuchar nuestra música más
personal e íntima y bailar a su ritmo. Aunque los demás no lo aprecien. Jesús,
en una ocasión, reprocha la acedia que se manifiesta en forma de indiferencia: "Os hemos tocado la flauta y no habéis
bailado, os hemos entonado elegías, y no habéis llorado." (Lucas 7,
31-35).
La acedia se resuelve
volviendo a lo más íntimo que tenemos: nosotros mismos. Abrazarnos y
sostenernos y empujarnos a la acción. Aunque el mundo esté en contra, saborear
nuestra propia alegría. Paul Claudel decía “La alegría es la primera y la
última palabra del Evangelio”. Y mi
conclusión de siempre, a todo pesar humano: venzámoslo con más amor humano.